Sobre el genocidio turco contra el pueblo armenio (1915-1923)

El Estado turco mató con la intención de destruir la nacionalidad armenia residente en su territorio, recurriendo a medios diversos, adecuados a su geografía y a la actividad ocupacional predominante en la población. Mató por medio del hambre, de la sed, del cansancio, de las enfermedades, aplicados en forma sistemática; llevó a las víctimas a la desesperación y al suicidio. Los agentes encargados de los contingentes de deportados, obedeciendo órdenes oficiales, emanadas del más alto nivel de gobierno, no les dieron de comer, prohibieron beber agua aun estando cerca de ríos; privaron de servicios sanitarios y de medicamentos; expusieron a la gente a la intemperie, al sol del verano y a la desprotección en el frío riguroso del invierno. Todo fue maquinado metódicamente. El gobierno turco evitó la propagación de la nacionalidad armenia separando a los hombres de las mujeres y exterminándolos. Forzó a los niños a ingresar en establecimientos y en familias turcas. Obligó a las mujeres a casarse contra su voluntad con turcos. Vendió niños y mujeres como si fueran esclavos o mercancías. Sus agentes, funcionarios y oficiales violaron a las hijas de los armenios ante la vista de sus madres y a las madres en presencia de sus hijos. Cuando estos actos no alcanzaron su finalidad de provocar la muerte, causaron serio daño físico y mental a los miembros de la nacionalidad. La finalidad del Estado turco fue deshilachar a la población armenia destruyendo hebra por hebra a la familia. La palabra “traslado” disfrazaba la realidad de deportación letal.

Pascual C., Ohanian, La Cuestión Armenia y las relaciones internacionales.

El relato de Aurora Mardiganián como un presagio

Así lo ha expresado el Dr. Juan Gabriel Tokatlian, uno de los expositores en la presentación oficial del libro que aborda la historia de nuestra querida y recordada “Aurorita”, víctima mujer y adolescente, sobreviviente del primer Genocidio sistemático del siglo XX a manos de los turcos contra el pueblo armenio. Si bien el Genocidio perpetrado por el Imperio turco-otomano en contra del ancestral pueblo armenio sobre sus autóctonas tierras sucedió entre 1915 y 1923, en el contexto de la Primera Guerra Mundial, es necesario comprender que ha sido continuado por su sucesora y heredera, la actual República de Turquía, autodenominada recientemente como Turkiye.

Las primeras masacres masivas de armenios se sucedieron entre 1894-1896, llevadas adelante por Abdul Hamid II, el Sultán Rojo, conocido así por sus prácticas sanguinarias y por su crueldad. Luego los Jóvenes Turcos perpetraron el genocidio de un modo planificado y sistemático desde el 24 de abril de 1915 hasta 1923. Entonces nació, de la mano de Mustafá Kemal “Atatürk”, la moderna república de Turquía, a partir de la cual se puso en práctica la política sistemática de la negación del genocidio, la cual ha tomado diversas formas hasta nuestros días.

Los especialistas en la materia remarcan que los genocidios son planificados y constan de etapas sucesivas. Lo sucedido con los armenios entre 1915 y 1923 abarca, en una primera etapa, la destrucción física y el intento de aniquilación total de la nación, de la etnia armenia, que tuvo como principal herramienta final y letal la deportación hacia el desierto de Der-Zor y el Mar Negro. Quienes sobrevivieron a las vejaciones padecidas durante este plan sistemático, como Aurora, conformaron lo que se ha denominado la “diáspora armenia” en diversos países del mundo, a pesar de ser en realidad armenios en el exilio que construyeron comunidades para poder continuar su legado y su identidad. Una vez fundada la República Moderna de Turquía, fue iniciada la etapa de la negación sistemática, el negacionismo, el cual forma parte de una clara política de Estado que persuade y evita reconocer y reparar el Genocidio.

De esta manera, el Estado turco ha pergeñado una estructura para manejar este delicado e insoportable asunto a nivel interno. Por un lado, hacia su esfera doméstica, cabe destacar el Código Penal turco que, en su artículo 301, pena a quienes hablen y reconozcan el Genocidio en este país, por considerarlo una ofensa a la “turquedad”. Por otro lado, lleva a cabo una política exterior clara que niega la perpetración del Genocidio contra los armenios, así como también manifiesta su disconformidad y repudio hacia los Estados que lo reconocen y exigen justicia; el hostigamiento incluye sus embajadas, el lobby económico que extorsiona congresos y diversas instituciones, y la divulgación estratégica de su cultura y país, con claros fines persuasivos de la opinión pública mundial, mediante promociones turísticas, novelas televisivas, etc. Así, presenta un país amable, avanzado, amistoso y occidentalizado, en el que jamás pudo haber acontecido algo tan atroz.

Los armenios, quienes desde iniciado el Genocidio en 1915 hasta hoy viven y reviven su tragedia bajo la indiferencia del mundo, han visto aún más complicada su situación con la guerra de Artsaj entre Armenia y Azerbaiyán entre 1988 y 1994. Este enclave es conocido como Nagorno Karabaj, tierras autóctonas armenias en la zona del Cáucaso ilegítimamente cedidas para ser administradas por Azerbaiyán durante la URSS, en el contexto de la famosa política del “divide y reinarás” de Stalin. Este conflicto, a pesar de la clara victoria que avizoraba Armenia, debido a la influencia internacional, fue suspendido bajo un cese al fuego violado por Azerbaiyán, Estado aliado y apoyado por Turquía, con quien comparte filiación étnica y religiosa.

En 2022 Azerbaiyán irrumpió definitivamente en un ataque unilateral, desde luego asimétrico, debido al gran desarrollo tecnológico brindado por Turquía, miembro de la OTAN a Azerbaiyán. Como resultado, los armenios perdieron más del 90% de sus tierras; en la actualidad sólo quedan bajo su control la capital, Stepanakert, y algo más a sus alrededores. Incluso, hacia finales del 2022, en diciembre, los azeríes han bloqueado el corredor de Lachín, que comunica a los armenios de Artsaj con Armenia. Ello provocó el aislamiento de más de 120.000 armenios que padecen la falta de gas, electricidad, alimentos y medicinas.

Queda claro, a estas alturas, que el asunto de los armenios sigue sin figurar en la agenda del mundo, a diferencia de otros conflictos como el que atraviesa actualmente Ucrania. Es evidente que las prácticas genocidas y la limpieza étnica de los armenios por parte de Turquía y Azerbaiyán siguen siendo prioridad para alcanzar su preciado sueño panturquista en la región. Por todo esto, valoramos la profunda reflexión que ha realizado el doctor Juan Gabriel Tokatlian en la presentación de Subasta de almas en la Biblioteca Nacional el 20 de octubre de 2022. Sus palabras nos instan a tener una mirada prospectiva:

En el fondo, yo no creo que ésta sea una obra histórica, yo creo que ésta es una obra actual. Y la dimensión posible, entre otras, respecto a cómo lograr con este tipo de trabajo una mayor sensibilidad, mayor conocimiento, mayor reconocimiento, ya no solamente del Genocidio Armenio sino de los genocidios, creo que es muy profundo. Hoy vimos este texto como particular, singular, hecho en Argentina, pero quizá hoy no tengamos la dimensión de que éste es un volumen que me aventuro a decir que es un presagio, más que una mirada del pasado.

Creo que todavía no tenemos dimensión real de que estamos un poco anestesiados frente al tema del genocidio. En parte, porque ha habido un abuso excesivo en algunos discursos de que todo es un genocidio, cualquier cosa es un genocidio; a la negación del genocidio por parte de algunos genocidas. Entonces, me parece que ese es otro punto para pensar.

Me temo que estamos en una época de destrucción y, en este sentido, siento que la Armenia Estado, la Armenia actualmente existente, está en una situación muy precaria, muy débil, y que una de las cuestiones que me parece importante es que ojalá el Estado armenio y las diásporas distintas de los armenios/as entendamos que es el momento de buscar en el mundo una suerte de coalición de vulnerables. Esos van a ser los únicos que nos van a acompañar.

Con estas palabras, Tokatlian se convierte en un “screamers”, tomando el concepto sugerido por la investigadora Samantha Power, porque nos alerta sobre la verdadera y cruda situación que se presenta ante los armenios y el mundo: el Genocidio no ha terminado, el relato de Aurora Mardiganián está vivo, pero no sólo porque la sacamos del olvido y la traemos al recuerdo para que la tragedia no vuelva a repetirse nunca más, sino porque lamentablemente el Genocidio está aconteciendo con toda su potencialidad y el perpetrador goza de una impunidad eterna, frente a la naturalización de la tragedia armenia y el silencio del mundo, principalmente de la hipócrita y complaciente postura de los Estados que conforman Occidente.